En el último número de la revista Infocop (nº 56 Enero-Marzo 2012) se aborda de manera central la disciplina del Coaching y las posibilidades de la Psicología en este campo.
El término coach, dice Isabel Aranda en uno de los artículos, procede del nombre de un carruaje del siglo XV, utilizado en la ciudad húngara de Kocs. En Inglaterra derivó a coach el nombre del carruaje, y posteriormente, se aplicó al tutor que, aprovechando los trayectos, ayudaba en las tareas académicas.
Hoy en día el coaching se practica por parte de una amplia gama de profesionales de distintas ramas y dentro de variados contextos (personal, deportivo, empresarial, etc.) No es necesario ser psicólogo, aunque ayuda en el desarrollo de las competencias y se calcula que entre un 30 y un 40 por ciento de las certificaciones de la
ICF (International Coach Federation) son de personas formadas en Psicología.
Resumuendo, que el coaching se origina en la relación tutor - aprendiz que se da en un carruaje aprovechando el trayecto y que no es imprescindible ser psicólogo para ser coach...
Sin embargo me llama la atención que cada vez se está haciendo más usual encontrar este artilugio en los coches actuales: la pantallita detrás del asiento de los padres.
Y no se me malinterprete, que no pienso yo que no se pueda aprovechar un viaje para ver unos dibujos animados y distraer al pequeño para que se le haga más liviano el camino. Ni tampoco pienso que sea el lugar más idóneo para ejercer una función docente y de tutela de los padres hacia los hijos. Pero ni tanto ni tan calvo. Y ojo con los aparatos tecnológicos de uso individual, que fomentan el aislamiento del pequeño y dificultan la comunicación y la relación interpersonal (durante su uso, claro está) con los padres y los hermanos. Vamos, que un viaje de Alcalá del Río a Chipiona puede ser que sirva para explicar la fotosíntesis o para ver la última de Disney, pero para lo que seguro que sirve es para generar un espacio perfecto para la comunicación padres-hijos.